jueves, 26 de junio de 2014

Mobbing: un problema social silencioso


‘No más muertes por bullying, no más burlas, acoso ni golpes por compañeros de clase’ el tema del acoso escolar está latente en la agenda de la política mexicana y de la sociedad en general, en un momento donde la violencia se ha expandido como un verdadero virus, ésta ha rebasado el control institucional y ya no reconoce espacios, edades, ni géneros. México se encuentra a la cabeza de los países en los que se sufre más bullying a razón de una serie de importantes casos de atropellos a los que no se les da la debida importancia, pero la agenda de observación se olvida de un tipo de violencia que va en aumento y poco se ha atendido como materia de atención urgente: el mobbing laboral.[1]

Se conocen infinidades de casos de jefes que violentan psicológicamente, humillan y gritan a sus empleadxs; pero también existen compañerxs que se burlan, amenazan o ignoran a sus iguales. Ese tipo de violencia lleva un nombre y se ha convertido en un problema del espacio laboral que cada día se intensifica y que tiene un significado catastrófico para las carreras profesionales de personas exitosas, que puede alejarlas, dejarlas discapacitadas o ser una razón de suicidio.

El mobbing laboral, un término investigado en la década de los 80s, afecta a muchas personas trabajadoras y se define como el hostigamiento laboral constante y persistente. Algunos comportamientos típicos que giran en torno a esta definición son: indicar tareas humillantes o fuera del rol de la persona, no asignarle tareas, descalificarla como persona o cuestionar sus logros con ironías, atacarla verbalmente (insultos), aislarla, actuar como si no estuviese allí o no existiera, hablar sobre rumores e infamias sobre su intimidad, ofenderla a gritos, responsabilizarla de cosas que no hizo con acusaciones o bromas. Quien recibe todo esto se confunde, no comprende qué sucede, se generan entonces los primeros síntomas de estrés en una víctima, acompañados por su esfuerzo de mejorar el desempeño en el trabajo.[2] Pensando en femenino, al considerar a las personas que han sido objeto de este tipo de acoso en algún momento de su vida laboral se encuentra que en un 9% las mujeres han sido víctimas y a éste porcentaje debe añadirse el acoso sexual en el trabajo. El mobbing viene mezclado con otros tipos de ataques, pero si se piensa laboralmente, este acoso coloca a la mujer frente a una desventaja de seguridad laboral, ya que ella puede ser víctima de una múltiple serie de afectaciones psicológicas y físicas que la mayoría de veces son interiorizadas sin nunca hacerlas evidentes, la anterior es una cifra alarmante cuando se repiensa en las condiciones de seguridad que una empresa debe proveer como espacio de desenvolvimiento cotidiano.

Causas que dan origen al mobbing

Según investigaciones de las recientes décadas, los factores fundamentales por los que se presenta el mobbing en los centros de trabajo son los siguientes:

1) Porque la víctima es diferente a los acosadores, al grado de que puede tratarse de una persona brillante o reconocida en su ámbito profesional y que el acosador envidia.
2) Cuando el acosado es débil (sentimentalmente) y no corresponde al perfil de su superior o de sus compañeros de trabajo.[3]

Este tipo de motivos me hace pensar que las empresas que permiten el mobbing son incapaces de superar los estereotipos sociales y de género, evidencian que aún es mucho el trabajo que tienen que realizar para fomentar la tolerancia y la igualdad entre lxs colaboradores de sus filas y este tipo de acoso pone en duda el derecho que se tiene como ciudadanxs de garantizar la libertad de trabajo (y en él); por otro lado, existen un gran número de denuncias de acoso sexual en el trabajo, pero me pregunto si existen las mismas condiciones de libertad para denunciar el mobbing cuando viene por ejemplo, de un(a) superior, la demanda laboral contemporánea coloca a las personas en desventaja cuando entre oferta y demanda intentamos emparejar números, hecho que ocasiona que muchas personas, la mayoría mujeres, no denuncien el acoso por mobbing por ‘miedo’ a perder su puesto, fomentando así la reproducción y acentuación de estas situaciones de violencia silenciosas.

Mobbing maternal

¿Se sufre acoso laboral por el hecho de ser madre o quedar embarazada? ¿Mobbing o discriminación? Muchas empresas ejercen el mobbing con gran sutilidad, puesto que para algunxs jefes la maternidad se ha convertido en una estrategia para hacer uso de él y generar así la exclusión laboral y social de la mujer, ya que su embarazo implica para ellxs un factor de riesgo o un incremento en el costo de la productividad, logrando así dejar atrás el tema de la discriminación y dando paso  al mobbing maternal, conviertiéndose en otro fenómeno social silencioso que fomenta la interrupción (no planeada) del embarazo no planeado por miedo a perder el puesto; puede ser también que en caso de permanecer en el empleo existan ataques psicológicos generados a través de mobbing que conllevan una intención clara de provocar a las acosadas una sensación de derrota y la inminente renuncia a su trabajo, en dicho supuesto la empresa la tendrá que dejar partir sin mediar ningún despido porque la víctima en un momento dado no aguantará más este ataque psicológico, vienen entonces las llamadas ‘recomendaciones’ del tipo: es lo mejor para tu condición o ve a descansar y disfrutar de tu embarazo.

La Organización Internacional del Trabajo señala que el trabajo debe ser un espacio productivo y seguro, orientarse con respecto a los derechos, con diálogo social e igualdad de oportunidades, así como negociaciones que permitan superar los conflictos institucionales inminentes. Es alarmante conocer cifras en las que se evidencia que el mobbing es una enfermedad social que afecta profundamente la vida laboral de las personas, ya que si le pregunta a alguien si ha ejercido alguna vez bullying (mobbing) en contra de un compañero de trabajo, 82.2% afirma que nunca lo ha hecho, 16.9% dice que sucedió alguna vez y 8% acepta tener esta conducta en forma regular.[4] Discriminación, bullying, moobing laboral y maternal, distintas definiciones con el mismo fin, todos estos son un tipo un de violencia que las empresas deben velar por erradicar, asegurando una mejor calidad de vida de sus colaboradores. Trabajamos por necesidad y por supervivencia, formamos parte de una sociedad en la que el empleo es una pieza fundamental para el  desarrollo de las personas. Es cierto  que ante la falta de empleo, el temor a ser despedidx o a manchar la imagen orilla a las personas a soportar el maltrato, temores por los que se dejan crecer los problemas de mobbing laboral o peor aún se sufren en silencio.

Desde esta perspectiva de género para 12 Causas Feministas la recomendación es denunciarlo, hacer evidente que este acoso psicológico silenciado es un problema social del cual las empresas y las instituciones también deben hacerse responsables, porque el mobbing de cualquier tipo afecta a varones y mujeres adultxs, pero no debe ser callado por temor a nadie, no debe reproducirse, pero sí se debe aprender a identificarlo; es una tarea faraónica, será difícil hacerlo evidente y luego contrarrestar el problema, pero por salud y bienestar vale la pena intentarlo.


Autora: Licenciada Santa Sabina patiño Rodríguez



[1]   Destaco y aclaro que este análisis sobre el mobbing fue realizado desde una perspectiva de género, enfocado en la rama de trabajo de 12 Causas Feministas para un 2013 menos machista.

miércoles, 11 de junio de 2014

¿EN QUÉ CONSISTE EL ACOSO LABORAL?


Por acoso en el lugar de trabajo hay que entender cualquier manifestación de una conducta abusiva y, especialmente, los comportamientos, palabras, actos, gestos y escritos que puedan atentar con la personalidad, la dignidad o la integridad física o psíquica de un individuo, o que puedan poner en peligro su empleo, o degradar el clima del trabajo.

Aunque este fenómeno parece viejo hasta los años 90 no se le ha identificado como un fenómeno que destruye el ambiente de trabajo, disminuye su productividad y favorece al absentismo. 

Esta la guerra psicológica en el lugar de trabajo incluye dos aspectos:

  • ABUSO DE PODER: que los asalariados no siempre aceptan, y al que pueden  desenmascarar con rapidez.
Cuando el acoso aparece, no conoce los estados de ánimo ni la piedad. Los compañeros de trabajo por bajeza, por egoísmo o por miedo, prefieren mantenerse al margen.  Cuando se inicia este fenómeno entre dos personas asimétricas, lo único que hace es ampliarse progresivamente, a menos que una persona exterior intervenga enérgicamente.

Se trata de un fenómeno circular. Se llega a olvidar incluso su razón de ser. Unos comportamientos deliberados del agresor buscan crear ansiedad en la víctima, lo cual provoca un estado de defensa incluso llegando a perder el control de la situación que beneficia al agresor para seguir en su dinámica destructiva. Por lo tanto, la víctima dominada por un miedo patológico tendrá conductas que el agresor utilizará como coartada para justificar sus agresiones. 

EL objetivo de la maniobra consiste en desorientarla, en confundirla completamente y conducirla al error.

Cuando se produce desde una jerarquía horizontal ( compañeros/as), los superiores en la jerarquía no suelen intervenir ni prestar atención. Sólo cuando la víctima reacciona de manera muy visible, como llantos, crisis nerviosas…o cuando está de baja con demasiada frecuencia.

VÍCTIMAS


Las víctimas, al contrario que se piensa su agresor, en un principio no poseen ninguna patología o se caracterizan por ser personas débiles, el acoso empieza cuando una víctima reacciona contra el autoritarismo de su superior y no se deja avasallar.  Su capacidad para resistir a la autoridad a pesar de las presiones es lo que la señala como blanco.

                             

Cuando la situación de acoso está asentada es muy común que el agresor se justifique argumentando que: El trato con ella es difícil, que tiene mal carácter, o que está loca. Se considera que la personalidad es la responsable del conflicto y la gente se olvida de cómo era antes o de cómo es en otro contexto.











Autora: Sandra Muñoz Pérez de las Vacas


domingo, 8 de junio de 2014

La discrimación laboral de las mujeres existe.


La inesperada abdicación del rey de España ha ocasionado el debate monarquía vs. república. Muchas personas reclaman poder elegir en referéndum si quieren o no seguir teniendo un rey que se come el presupuesto público y hace visitas a dictadores para promocionar las empresas de sus empresarios favoritos –si yo también le pago, ¿por qué no promociona también mi empresa?–. No obstante, los dos partidos mayoritarios van a blindar esta posibilidad y nos van a obligar a aceptar un nuevo rey que representa un sistema social injusto y cruel. Esto es un tipo violencia.
Durante el período de acumulación progresiva de riqueza en unas pocas manos –o lo que es lo mismo, la crisis–, a la clase baja –lo de la clase media es un invento capitalista– se nos ha ido despojando del modo de vida que, honradamente y con mucho esfuerzo habíamos adquirido. Hemos seguido las normas y las directrices que la clase rica y dirigente nos dictaba, trabajar, estudiar, emprender, pagar impuestos, portarse bien, creer en dios. No obstante, nos lo han quitado todo. Esto también es violencia. Violencia desalmada y cruel.
Cuando este despojamiento se realiza a la clase baja y las personas desfavorecidas, la violencia es mayor porque estas personas tienen que asumir nuevas pérdidas además de las que ya tienen por pertenecer a un grupo minoritario: mujeres, inmigrantes o dependientes.
En el caso de las mujeres, dado que tradicionalmente se nos ha considerado no aptas para determinados puestos relacionados con la dirección o el poder, la discriminación ha aumentado por la dificultad, no ya para acceder a un puesto directivo, sino para acceder a un simple puesto de trabajo. Esto es violencia laboral. A las mujeres no se nos proporciona un medio de vida a pesar de que somos la mayoría de la población y somos mayoría también en las universidades. De igual manera, si tenemos el privilegio de que alguien deje de pensar en nosotras como entidades débiles sin capacidades de mando o de tomar decisiones, y nos proporcione un medio digno de ganarnos la vida, tendremos que demostrar que somos mucho mejores que los hombres para probar que nos ganamos a pulso la mierda de sueldo que nos dan.
“Las políticas económicas, laborales y sociales emprendidas por el Gobierno basadas en la austeridad y en los recortes está suponiendo una devaluación de los salarios del conjunto de las personas trabajadoras, lo que se traduce en una pérdida de su poder adquisitivo y en su empobrecimiento, afectando mayoritariamente a las mujeres al tener salarios más bajos”, según un informe de UGT de febrero de este año.
Cuando se recortan derechos sociales, las personas que más las sufren son los colectivos más desfavorecidos, en el caso que nos ocupa, las mujeres. “Una de las causas de esta mayor incidencia de discriminación en las mujeres es que “a menudo las mujeres se ven afectadas por más de una circunstancia discriminatoria: la que afecta a su condición femenina y otras como la edad, discapacidades físicas o psíquicas, pertenencia a culturas diferentes, etc.”
La Fundación Carolina publicó un informe exhaustivo con estudios de personas expertas que analizaban diversos aspectos de la situación laboral de las mujeres en España e Hispanoamérica. La autora Inma Pastor establece que “la desigualdad por razón de género en el mercado laboral es, todavía, una realidad presente y con mucha fuerza en nuestra sociedad”. Una de las pruebas de esta discriminación es que hay más mujeres en paro. La última tasa de paro de la EPA arroja los datos de un 26.6% de paro entre las mujeres y un 25,4% en los hombres. Se trata de un dato que normalmente no se publica y esto hace obviar el problema. Esto es lo que afirma el informe de UGT, que denuncia el aumento de la brecha salarial y del empobrecimiento de las mujeres trabajadoras por su concentración en los salarios más bajos. “«La mayor parte de las estadísticas económicas no desagregan los datos por género, lo que impide profundizar en la situación real de las mujeres respecto al empleo y a las condiciones económicas»”, enfatiza el estudio del sindicato. Esta falta de datos no permite visualizar las desigualdades, y ello conlleva a que se ignore la realidad de las mujeres y no se adopten medidas correctoras. «Lo que se desconoce no existe»”, sentencia.

En la franja de edad que va de los 25 a los 40 años, el período vital de más productividad, emprendimiento y capacidades de promoción, la diferencia aumenta: 23.6% de los hombres en paro y 25.3% de las mujeres (sigo recordando que somos mayoría en la población).
Por otro lado, paralelamente a esta expulsión de las mujeres del mercado laboral, se constata que entre las que están ocupadas económicamente hay una importante segregación tanto horizontal como vertical, es decir, las mujeres están concentradas en algunas ramas de actividad (lo cual ha supuesto la feminización de determinados ámbitos, como la enseñanza o la sanidad) y en los lugares de menor categoría profesional” (Pastor, 96). Pero no solo hay desigualdad, como afirma esta autora, sino también discriminación salarial, desvaloración de las profesiones feminizadas y estancamiento de las carreras profesionales debido a que existen “mecanismos de discriminación indirecta que hacen que las mujeres presenten tasas de temporalidad mayores a las de hombres (temporalidad no deseada)” (Pastor, 99).

La autora explica que cuando se interroga a las protagonistas sobre esta desigualdad laboral “niegan, de entrada, la existencia de discriminaciones sexistas en las organizaciones”, y si existen, culpan a procesos ajenos a las empresas o instituciones. Argumentan, por otro lado, que cada vez hay más mujeres trabajando y que, la culpa de no llegar más alto en la carrera profesional procede de ellas mismas, “por no asumir un papel dominante en el interior de las profesiones” (100). Se toma como referencia, claro está, a los hombres: “El hombre viene a ser aquí el modelo de referencia de cómo debería ser la conducta de las mujeres” (100). En general, no se reconoce discriminación y, si aparece la conciencia de este problema, no se exige reparación o no se consideran a sí mismas como pertenecientes a un colectivo oprimido. Existen, por tanto, “diversidad de formas explícitas o veladas de exclusión social de las mujeres para acceder a empleos estables y adecuadamente remunerados” (Janina Fernández Pacheco, 43).
Por tanto, la discriminación laboral de las mujeres que implica tanto la desigualdad salarial como el desprestigio de las profesiones feminizadas[1], repercute en un mayor empobrecimiento de las mujeres o feminización de la pobreza, como indicó la secretaria de Igualdad del PSOE, Purificación Causapié, quien “criticó que las mujeres cobran menos cuando están ocupadas, lo que repercute en su pensión futura y en lo que definió como una de las causas de la «feminización de la pobreza»”.



Pilar Jódar
Filóloga, investigadora en Literatura española y Profesora.
Licenciada en Filología Hispánica y DEA, por la Universidad de Salamanca.
Profesora de Lengua, Inglés y Francés y autora de artículos relacionados con el teatro, en revistas y publicaciones especializadas.

Interesada por las situaciones de desigualdad que viven las mujeres de mi país, encontré en el Proyecto Desgenerad@s un cauce para mis preocupaciones.






[1] Una de estas profesiones más feminizadas es la docencia, ámbito laboral que tradicionalmente se ha asimilado a las mujeres por su asociación con el sentido maternal. Sin embargo, todavía hay más profesoras en los niveles de infantil y primaria que en secundaria, donde el profesorado tiene unos salarios más elevados: “El proceso por el cual la mujer se está incorporando a la docencia está en pleno vigor, e incluso sobrepasa al hombre. Pero... ¿sabíais que a pesar de ser mayor el número de mujeres trabajadoras, ocupamos las posiciones inferiores del sistema educativo? Con esto quiero aclarar que existe mayor número de profesoras que de profesores en la enseñanza infantil y primaria (premisa defendida por Carolyn Steedman (1986)). ¿Y sabéis por qué? Porque el sueldo promedio de las profesoras es inferior al de los profesores los cuales trabajan en ciclos superiores obteniendo mayor renta” http://educereduc.blogspot.com.es/2013/04/el-proceso-de-feminizacion-docente.html