La importancia del movimiento feminista en la campaña
contra el TTIP
¿Qué es eso del TTIP?
TTIP son las siglas en inglés del
“Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones” que se está negociando entre
los Estados Unidos y la Unión Europea. Este tratado, que se está fraguando a
espaldas de la ciudadanía, supondrá la armonización de las leyes entre ambas
potencias comerciales, con el fin de liberalizar los mercados financieros y
crear la zona de libre comercio más grande del mundo.
Esta armonización legislativa
significará que las regulaciones políticas, sociales, culturales, económicas y
ambientales se supriman para favorecer otras leyes que primen los beneficios de
las grandes empresas por encima del bienestar y la protección de la ciudadanía.
A la orden del día estarán la privatización y la liberalización de los
servicios públicos, la merma de los derechos de las personas e, incluso, de
nuestra seguridad física y ambiental.
Además, una cláusula de
resolución de conflictos entre inversores y estados, con la que se pretende
defender a los primeros de cualquier amenaza legislativa, permitirá a éstos
denunciar, a través de tribunales comerciales, a los estados que desafíen sus
beneficios con políticas de carácter social. Por ejemplo, una ley que impida la
expropiación de las viviendas a ciudadanía en riesgo de exclusión social,
podría ser demandada por una entidad financiera cuyas inversiones se centren en
la especulación inmobiliaria.
En pocas palabras: el TTIP
destruirá el poco bienestar que le queda a la ciudadanía e impedirá su derecho
a exigir y construir una legislación fuerte que blinde su seguridad política,
social, económica, cultural y ambiental.
¿Qué supondrá para nosotras
este tratado?
Esta destrucción de nuestros
derechos, que ya viene siendo sistemática con la excusa de la crisis, dará como
resultado una mayor precarización de la sociedad y, por consiguiente, una mayor
carga de trabajo para las mujeres. No nos olvidemos de que somos nosotras
quienes ejercemos, en mayor medida, todas las tareas relacionadas con los
cuidados y la sostenibilidad de la vida.
La desarticulación de los
sistemas públicos como el de la educación, el de la sanidad o el de los
servicios sociales, así como el incremento de la contaminación y el
aniquilamiento de la naturaleza. harán que las mujeres vuelvan a hacerse cargo,
si es que en algún momento no lo hemos hecho, del papel que el patriarcado les
ha asignado, el de cuidadoras.
En condiciones comunes, las
mujeres ya sufrimos la presión de la exclusión. El 70% de la población mundial
en situación de pobreza son mujeres. Ello es debido no sólo a la brecha
salarial, el techo de cristal o a que tengamos un mayor porcentaje de empleo a
tiempo parcial; si no también, y sobre todo, a la división sexual de trabajo
-de lo cual se derivan las anteriores condiciones-, que nos mantiene en la
desigualdad y se nos impide el empoderamiento económico necesario para poder
estar en una posición justa de negociación de las reglas del juego. El TTIP
hará que estas reglas sean aún más desiguales.
El movimiento feminista debe
de estar en la primera línea de la lucha social contra el Tratado de Libre
Comercio.
Por un lado, somos las grandes
olvidadas. Cuando se habla de los grandes temas a los que afectará en nuestro
día a día un tratado como éste, en la mayoría de los casos se invisibiliza, de
manera consciente o inconsciente, que las mujeres nos vamos a llevar la peor
parte. Y no sólo las mujeres, otros colectivos sociales minorizados, como la
población inmigrante o la población con problemas de dependencia, son
habitualmente prescindibles en los debates sobre los efectos del TTIP para la
ciudadanía. Tenemos el deber de posicionarnos y de salir en la defensa de
nuestros derechos, tenemos la responsabilidad de ejercer como sujetas sociales
y políticas activas frente a este monstruo que se quiere comer nuestra ya
disminuida autonomía.
Por otro lado, la lucha en contra
del Tratado de Libre Comercio no debe de ser sólo una defensa de lo que ya
tenemos, debemos ir más allá y exigir un replanteamiento del sistema político,
social, económico, cultural y ambiental. En este sentido, la economía feminista
tiene mucho que decir, puesto que se basa principalmente en la necesidad de
reestructurar las relaciones de poder, haciéndolas equitativas (tanto las
relaciones de género como otras, como pueden ser las interculturales o las de
las personas y la naturaleza), y focalizando, de manera multidimensional,
nuestra mirada en el sostenimiento y en el ciudado de la vida.
Cambiemos, pues, las reglas del
juego. Seamos motor de cambio, como ya hemos demostrado ser a lo largo de la
historia. ¿Nos vemos en las calles?
Más información sobre el TTIP: http://noalttip.blogspot.com.es/
Autora: Isabel Álvarez Fernández, máster en
cooperación internacional para el desarrollo (esp. sostenibilidad ambiental),
activista feminista y en movimientos de solidaridad internacionalista.
Especialista en coeducación, diversidad afectivo-sexual y promoción de la
igualdad. Bloguera en http://vidadiversidadresistencia.blogspot.com.es/