“El triángulo de la violencia es
un reflejo social de actitudes y suposiciones humanas, cognición y emociones,
conducta humana violenta física o verbal, percepción humana de objetivos
incompatibles, chocando. La violencia cultural es la suma total de todos los
mitos, de gloria y trauma y demás, que sirven para justificar la violencia
directa. La violencia estructural es la suma total de todos los choques
incrustados en las estructuras sociales y mundiales, y cementados,
solidificados, de tal forma que los resultados injustos, desiguales, son casi
inmutables. La violencia directa surge de esto, de algunos elementos o del
conjunto del síndrome.” Johan Galtung
.
Basándonos en esta definición de Galtung, podemos decir que
la guerra y todos los crímenes que van asociados a ella surgen de unas
estructuras culturales, sociales, políticas y económicas desiguales que se han
ido instaurando y permanecen en la mente y en el comportamiento de los seres humanos
a lo largo de la historia. Para crear un mundo equitativo, justo, democrático y
en paz debemos empezar por deconstruir estas estructuras y erigir otras basadas
en los principios que acabamos de mencionar.
En el caso que nos ocupa, la violencia sexual contra las
mujeres como arma de guerra, las causas están relacionadas con la violencia
simbólica, cultural y estructural ejercida sobre las mujeres y sobre las
comunidades indígenas a lo largo de la historia.
La violencia sexual es una de las formas más graves de
violencia de género, y se fundamenta en las concepciones sociales sobre el
cuerpo femenino y masculino, y sobre la sexualidad. Este imaginario social
convierte a la mujer en subordinada, basándose en un sistema sexo-género que,
atendiendo a las diferencias biológicas, naturaliza y admite que existen
características intrínsecas a los hombres y a las mujeres que tienen que ver
con la manera de ser, de sentir, de actuar y de relacionarse con las demás
personas. De esta manera, el rol de autoridad y poder masculino ejercido a
través de la violencia sexual es tolerado y alentado socialmente.
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Fuente: http://amqueretaro.com/2013/04/relatan-horrores-en-juicio-de-rios-montt/.html |
Como ocurre con otras formas de violencia y discriminación,
la violencia sexual contra las mujeres se recrudece durante los conflictos
armados y se utiliza como arma de guerra contra los insurgentes y sus familias.
La utilización de este tipo de violencia hacia las mujeres
se da por diferentes razones: en algunos casos es una conquista del territorio
(utilización del cuerpo de la mujer como parte del territorio masculino, que
debe de ser “expropiado”), en otros casos un castigo a las mujeres guerrilleras
puesto que ejercen un rol que no les corresponde, también se utiliza como
método de tortura para sacar información a las mujeres sospechosas de tener
algo que ver con la insurgencia, y en muchos casos con la intención de destruir
a una o varias comunidades indígenas.
Si ponemos como ejemplo el conflicto armado interno de
Guatemala (1960-1996), las más afectadas son las mujeres indígenas: el 88,7% de las víctimas de violación son mayas, el 10,3% ladinas
y el 1% restante pertenece a otros grupos. Lo cual evidencia el carácter
genocida de esta guerra. La violación, tortura,
humillación y asesinato de mujeres se vio como algo inherente a la guerra, lo
cual quedaba reservado a la esfera privada. Esto tuvo consecuencias gravísimas
para las propias mujeres y para la comunidad en general, ya que para ellas
representaba un tema tabú del cual se avergonzaban y era la propia comunidad la
que en muchas ocasiones las discriminaba. Esto ocurría y ocurre por la cultura
machista que predomina sobre todo en zonas rurales, donde la virginidad de la
mujer es muy valorada, por ello las mujeres que sufrieron estos abusos eran
rechazadas por los hombres y tachadas de prostitutas. Por esta razón, los soldados utilizaban la violación como conquista del poder sobre
los guerrilleros, para debilitarles y desmoralizarles, ya que amenaza su
virilidad y su vulnerabilidad. Se conquista a la mujer como al territorio, por
las mismas razones de invasión del enemigo. Era la manera, también, de someter
a un pueblo entero a través del cuerpo de sus mujeres; de forma que se destruía
el tejido social, comunitario y cultural de los pueblos indígenas.
En este contexto, la lucha de las mujeres que han sufrido
este tipo de violencia por la igualdad entre hombres y mujeres pasa, no sólo
por la denuncia y el castigo de estos crímenes, si no por la visibilización y
la desestigmatización de las mujeres afectadas (lo que incluye el conocimiento
y el reconocimiento de sus derechos sexuales y reproductivos como vía para ser
dueñas de su propio cuerpo y de su propia vida), y sobre todo la re-negociación
de un nuevo pacto social que incluya unos nuevos cimientos para las relaciones
de género. Es decir: desnaturalizar la violencia sexual contra las mujeres y
convertirla en una violación de los derechos humanos fundamentales, que las
mujeres tomen conciencia de sus cuerpos y de su sexualidad como algo propio, y
transformar el sistema de poder patriarcal imperante en uno o varios modelos
culturales, sociales, políticos y económicos más equitativos, justos y
democráticos.
La condición
física y psicosocial de las mujeres es determinante y básica para el ejercicio
de sus derechos; por tanto, los movimientos de mujeres y feministas proponen
generar espacios de reflexión y regeneración de conciencia para recuperar el
cuerpo de las mujeres, y no continuar reproduciendo los roles que han venido
asumiendo hasta ahora. Todo ello sin dejar de lado la diversidad cultural, que
hemos visto de vital importancia en casos como el de Guatemala. Se incide
contra el racismo de la misma manera que se lucha contra el sexismo, para
reducir las brechas de las desigualdades existentes. Sin dejar tampoco de lado
la participación de las y los jóvenes en estos procesos de transformación.
Es muy
importante, entonces, el reclamo de los derechos sexuales y reproductivos de
las mujeres; como medio para la erradicación de la violencia ejercida contra
nosotras
, pero
también como un paso importante para recuperar nuestros cuerpos y, de esta
forma, poder ser dueñas de nuestras propias vidas e identidades, como personas
de pleno derecho y ciudadanas, como actoras de cambio.
En este contexto, resultan de gran relevancia las
conferencias o foros nacionales e internacionales de mujeres en lucha. Estos
eventos constituyen una forma de presión social y política, y se enmarcan,
además, en ambientes de solidaridad y de apoyo, creando redes de mujeres y
feministas a lo largo de todo el mundo.
“Cuando las mujeres
se apropian de
sus memorias para interpretarlas, organizarlas y
divulgarlas, ocurre un salto cualitativo
que se materializa en la historia
propia, donde somos
nosotras quienes hablamos
desde nuestros cuerpos,
con nuestras voces
y nuestros símbolos, para decidir
un presente que ya se hace
futuro.” Ana Cofiño (La Cuerda, Guatemala:
http://lacuerdaguatemala.org/es/)
BIBLIOGRAFÍA
AA. VV. Violencias contra las mujeres en el mundo:
diversidad de miradas y estrategias para afrontarlas. Entrepueblos, 2008.
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Cuerda, miradas feministas de la realidad. Nº 145: Memoria, construcción social
del recuerdo. Guatemala, junio 2011.
D'ANGELO,
Almachiara. Explorando nuestros cambios:
Indicadores para evaluar procesos
educativos de género. Estudio realizado en el marco del proyecto
Mujer, Salud y Violencia (Financiado:
UE, FNUAP; Ejecutado: C.V.G, Entrepueblos y Terra Nuova), 1999.
GALTUNG,
Johan. Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución.
Afrontando los efectos visibles e invisibles de la guerra y la violencia. Red
Gernika, 6. Bilbao, Bakeaz/Gernika Gogoratuz, 1998.
FULCHIRON, Amadine. La
denuncia de la violencia sexual cometida durante la guerra en Guatemala: ¿un
camino hacia la negociación de un nuevo contrato sexual? Artículo elaborado para
el congreso de LASA 2006.
Autora: Isabel
Álvarez Fernández, máster en cooperación internacional para el desarrollo
(esp.sostenibilidad ambiental), activista feminista y en movimientos de solidaridad
internacionalista. Especialista en coeducación, diversidad afectivo-sexual y
promoción de la igualdad.