La inesperada abdicación del rey de España ha ocasionado el debate
monarquía vs. república. Muchas personas reclaman poder elegir en referéndum si
quieren o no seguir teniendo un rey que se come el presupuesto público y hace
visitas a dictadores para promocionar las empresas de sus empresarios favoritos
–si yo también le pago, ¿por qué no promociona también mi empresa?–. No
obstante, los dos partidos mayoritarios van a blindar esta posibilidad y nos
van a obligar a aceptar un nuevo rey que representa un sistema social injusto y
cruel. Esto es un tipo violencia.
Durante el período de acumulación progresiva de riqueza en unas pocas
manos –o lo que es lo mismo, la crisis–, a la clase baja –lo de la clase
media es un invento capitalista– se nos ha ido despojando del modo de vida que,
honradamente y con mucho esfuerzo habíamos adquirido. Hemos seguido las normas
y las directrices que la clase rica y dirigente nos dictaba, trabajar,
estudiar, emprender, pagar impuestos, portarse bien, creer en dios. No
obstante, nos lo han quitado todo. Esto también es violencia. Violencia
desalmada y cruel.
Cuando este despojamiento se realiza a la clase baja y las personas
desfavorecidas, la violencia es mayor porque estas personas tienen que asumir
nuevas pérdidas además de las que ya tienen por pertenecer a un grupo minoritario:
mujeres, inmigrantes o dependientes.
En el caso de las mujeres, dado que tradicionalmente se nos ha
considerado no aptas para determinados puestos relacionados con la dirección o
el poder, la discriminación ha aumentado por la dificultad, no ya para acceder
a un puesto directivo, sino para acceder a un simple puesto de trabajo. Esto es
violencia laboral. A las mujeres no se nos proporciona un medio de vida a pesar
de que somos la mayoría de la población y somos mayoría también en las
universidades. De igual manera, si tenemos el privilegio de que alguien deje de
pensar en nosotras como entidades débiles sin capacidades de mando o de tomar
decisiones, y nos proporcione un medio digno de ganarnos la vida, tendremos que
demostrar que somos mucho mejores que los hombres para probar que nos ganamos a
pulso la mierda de sueldo que nos dan.
“Las políticas económicas,
laborales y sociales emprendidas por el Gobierno basadas en la austeridad y en
los recortes está suponiendo una devaluación de los salarios del conjunto de
las personas trabajadoras, lo que se traduce en una pérdida de su poder
adquisitivo y en su empobrecimiento, afectando mayoritariamente a las mujeres
al tener salarios más bajos”, según un informe de UGT de febrero de este año.
Cuando se recortan derechos
sociales, las personas que más las sufren son los colectivos más
desfavorecidos, en el caso que nos ocupa, las mujeres. “Una de las causas de
esta mayor incidencia de discriminación en las mujeres es que “a menudo las
mujeres se ven afectadas por más de una circunstancia discriminatoria: la que
afecta a su condición femenina y otras como la edad, discapacidades físicas o
psíquicas, pertenencia a culturas diferentes, etc.”
La Fundación Carolina publicó un informe exhaustivo con estudios
de personas expertas que analizaban diversos aspectos de la situación laboral
de las mujeres en España e Hispanoamérica. La autora Inma Pastor
establece que “la desigualdad por razón de género en el mercado laboral es,
todavía, una realidad presente y con mucha fuerza en nuestra sociedad”. Una de
las pruebas de esta discriminación es que hay más mujeres en paro. La
última tasa de paro de la EPA arroja los datos de un 26.6% de paro entre las mujeres
y un 25,4% en los hombres. Se trata
de un dato que normalmente no se publica y esto hace obviar el problema. Esto
es lo que afirma el informe de UGT,
que denuncia el aumento de la brecha salarial y del empobrecimiento de las
mujeres trabajadoras por su concentración en los salarios más bajos. “«La mayor parte de las estadísticas
económicas no desagregan los datos por género, lo que impide profundizar en la
situación real de las mujeres respecto al empleo y a las condiciones económicas»”, enfatiza el estudio del sindicato. Esta
falta de datos no permite visualizar las desigualdades, y ello conlleva a que
se ignore la realidad de las mujeres y no se adopten medidas correctoras. «Lo
que se desconoce no existe»”, sentencia.
En la franja de edad que va de
los 25 a los 40 años, el período vital de más productividad, emprendimiento y
capacidades de promoción, la diferencia aumenta: 23.6% de los hombres en paro y
25.3% de las mujeres (sigo recordando que somos mayoría en la población).
Por otro lado, paralelamente a
esta expulsión de las mujeres del mercado laboral, se constata que entre las
que están ocupadas económicamente hay una importante segregación tanto
horizontal como vertical, es decir, las mujeres están concentradas en algunas
ramas de actividad (lo cual ha supuesto la feminización de determinados
ámbitos, como la enseñanza o la sanidad) y en los lugares de menor categoría
profesional” (Pastor, 96). Pero no solo hay desigualdad, como afirma esta
autora, sino también discriminación salarial, desvaloración de las profesiones
feminizadas y estancamiento de las carreras profesionales debido a que existen “mecanismos
de discriminación indirecta que hacen que las mujeres presenten tasas de
temporalidad mayores a las de hombres (temporalidad no deseada)” (Pastor, 99).
La autora explica que cuando
se interroga a las protagonistas sobre esta desigualdad laboral “niegan,
de entrada, la existencia de discriminaciones sexistas en las organizaciones”,
y si existen, culpan a procesos ajenos a las empresas o instituciones.
Argumentan, por otro lado, que cada vez hay más mujeres trabajando y que, la
culpa de no llegar más alto en la carrera profesional procede de ellas mismas, “por
no asumir un papel dominante en el interior de las profesiones” (100). Se toma
como referencia, claro está, a los hombres: “El hombre viene a ser aquí el
modelo de referencia de cómo debería ser la conducta de las mujeres” (100). En
general, no se reconoce discriminación y, si aparece la conciencia de este
problema, no se exige reparación o no se consideran a sí mismas como pertenecientes
a un colectivo oprimido. Existen, por tanto, “diversidad de formas explícitas o veladas de exclusión
social de las mujeres para acceder a empleos estables y adecuadamente
remunerados” (Janina Fernández Pacheco, 43).
Por tanto, la discriminación laboral
de las mujeres que implica tanto la desigualdad salarial como el desprestigio
de las profesiones feminizadas[1],
repercute en un mayor empobrecimiento de las mujeres o feminización de la
pobreza, como indicó la secretaria de Igualdad del PSOE, Purificación Causapié,
quien “criticó que las mujeres cobran menos cuando están ocupadas, lo que
repercute en su pensión futura y en lo que definió como una de las causas de la
«feminización de la pobreza»”.
Pilar Jódar
Filóloga, investigadora en Literatura española y Profesora.
Licenciada en Filología Hispánica y DEA, por la Universidad de Salamanca.
Profesora de Lengua, Inglés y Francés y autora de artículos relacionados con el teatro, en revistas y publicaciones especializadas.
Interesada por las situaciones de desigualdad que viven las mujeres de mi país, encontré en el Proyecto Desgenerad@s un cauce para mis preocupaciones.
[1] Una
de estas profesiones más feminizadas es la docencia, ámbito laboral que
tradicionalmente se ha asimilado a las mujeres por su asociación con el sentido
maternal. Sin embargo, todavía hay más profesoras en los niveles de infantil y
primaria que en secundaria, donde el profesorado tiene unos salarios más
elevados: “El proceso por el cual la mujer se está incorporando a la docencia
está en pleno vigor, e incluso sobrepasa al hombre. Pero... ¿sabíais que a
pesar de ser mayor el número de mujeres trabajadoras, ocupamos las posiciones
inferiores del sistema educativo? Con esto quiero aclarar que existe mayor
número de profesoras que de profesores en la enseñanza infantil y primaria
(premisa defendida por Carolyn Steedman (1986)). ¿Y sabéis por qué? Porque el
sueldo promedio de las profesoras es inferior al de los profesores los cuales
trabajan en ciclos superiores obteniendo mayor renta”
http://educereduc.blogspot.com.es/2013/04/el-proceso-de-feminizacion-docente.html
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